EL MIEDO TAMBIÉN VOTA
Fernando Padilla Farfán
Aquel 27 de Marzo de 2001, a la hora en que la
penumbra dibujaba la débil línea de las montañas, poco antes que la claridad llegara
al valle, desde la caseta de cobro de Cuacnopalan, Oaxaca, se veía serpentear
cientos de multicolores luces centelleantes como accionadas por los agudos
sonidos de las sirenas de las patrullas de la policía federal de caminos, que
se abrían paso en el silencio de la despoblada región, anunciando la venida del
guerrillero más inocuo e institucional jamás conocido: el autollamado sub
comandante Marcos.
Tal como se acordó semanas antes en el seno del
Grupo para la
Coordinación de las Instalaciones Estratégicas, en las
instalaciones de la Policía Federal
Preventiva, se planeó el recorrido del auto llamado sub comandante, conocido
también como el Zapatur; que realizó por medio País, recorriendo los estados de
Chiapas, Oaxaca, Veracruz, Puebla, el Distrito Federal, Estado de México,
Querétaro y otros más.
Observadores que se ubicaron en las casetas de
peaje, en la posición de quienes cobran las cuotas a los automovilistas,
observaron con el mayor detalle qué era lo que ocurría en el interior de los
vehículos principalmente en el que transportaba al presunto guerrillero. Después
del despliegue de una impresionante cantidad de patrullas, iban tres camionetas
Suburban iguales. La última (blindada) transportaba al rebelde Marcos quien iba sentado al lado
del uniformado conductor, con la capucha puesta y la pipa en la boca. Con la
mano derecha escribía algo y con la izquierda sostenía un libro.
En los asientos de atrás viajaban cinco
militares jóvenes vistiendo uniformes diferentes, como representando a diversas
fuerzas nacionales.
Contrario a lo que se conjeturaba, en el interior
del vehículo privaba un ambiente de total camaradería: sonrisas, café,
galletitas, televisión encendida y amena charla; claro, como cuidando no distraer
al personaje que seguramente preparaba su pieza de oratoria que ofrecería al
mundo desde Tehuacan, Pue., siguiente punto del itinerario.
Atrás de la camioneta marcha el autobús que
abordaba poco antes de llegar al lugar de sus presentaciones públicas. Llamaba
la atención que en la caravana viajaban pocos indígenas, la mayoría eran de
grupos sociales, incluso extranjeros, que vestían trajes típicos de Chiapas y la
capucha de Marcos para disfrazar su identidad.
El trato para Sebastián Guillén en aquella gira
por medio País, no era el de un delincuente, ni el de un rebelde que años atrás
hizo creer que podía paralizar al país entero. La obsequiosidad que privó era
similar a la parafernalia de los candidatos presidenciales del PRI en sus
mejores tiempos. En trayectos largos lo transportaban en helicóptero y lo
hospedaban en hoteles de lujo; sin capucha –por supuesto- para pasar
inadvertido.
En el momento de la insurrección zapatista, los
chiapanecos no dudaban que se trataba de un montaje dirigido desde las más
altas esferas del poder, que serviría para catapultar hacia la candidatura presidencial
a un personaje que jugaría el papel de “Salvador de la Patria ”: Manuel Camacho
Solís, que desde que fungía como Jefe del Departamento del D.F., se sabía de
los camiones que enviaba a los altos de Chiapas con provisiones para los
“Zapatistas”.
Todos sabemos que algo pasó y que echó por
tierra los planes de Salinas con Camacho. Tal vez fue el asesinato de Colosio lo
que obligó a modificar los planes. Seguramente no contaron con que esa muerte llegaría
a lo más hondo de los sentimientos de la gente.
De cualquier manera, aunque no fue Camacho, las
elecciones federales de 1994 fueron las más copiosas de la historia moderna de
México, cuyo beneficiario fue Ernesto Zedillo, candidato anodino que en otras
circunstancias probablemente hubiera perdido. Analistas comentaron que la causa
de esas nutridas elecciones, fue el miedo, no obstante que pronto los
observadores se dieron cuenta que se trataba de una guerra pero de papel.
Aunque Marcos ha tenido por costumbre aparecerse
en tiempos electorales, pareciera que por su disminuida credibilidad, como un
libro viejo con las hojas al suelo; en las elecciones federales de 2009 lo
sustituyó el “Elemento Influenza”; con exagerado manejo mediático y medidas
extremas, más para provocar miedo que para evitar el contagio. Esperemos qué
ocurre en las elecciones federales de éste 2015, en medio del miedo por la
inseguridad.